Insignificancia

Esta mañana, sentada frente a la mole de mi preciosa facultad, he renunciado a la piedra porque es fría para trasladarme a la gélida hierba de la mañana. Y es que, además de un innegable grado de locura, he hallado razones para hacerlo.
La piedra es fría, sí, pero es además sórdida y tristemente planificada, desde el día en que se dobló en una amarga genuflexión al ser humano y se modeló a su capricho. Se dejó cortar, manipular y negó su esencia para convertirse en un solícito servicio para el uso humano.  Noto entonces que mi corazón está profundamente dividido pues también, frente a mí, la piedra se ha doblegado a la mano del hombre, pero con tanta belleza y capricho que no osaría equipararla a mi primera víctima de piedra. A esta segunda más bien la calificaría de grandiosa y ennoblecida mediante la acción de la sucia mano del hombre.

¿He de perdonar entonces a la piedra que critiqué? No lo creo, no creo que sea ya digna de esta comparación más que del tremendo agravio de la ignorancia. Al fin y al cabo, es solo un banco.

Pero entonces me doy cuenta de que la hierba sobre la que descanso ha sido también tomada por el ser humano que, periódicamente arremete contra ella en batalla; ella indefensa, él armado con hirientes filos cortantes, cortacésped. ¡Qué injusta lucha tristemente necesaria contra quien no hace más que vivir a capricho de la naturaleza! Supongo que nos molesta, por eso segamos su vida de manera cruda y cruel. Pero el caso es que lo que yo, en principio había tomado como una inocente muestra de naturaleza no es tal. Aquí la puso un hombre, un hombre la doblegó y cada semana vence contra ella como si quisiera humillarla con su patético poder.

Tomo una brizna de hierba entre mis dedos, ¿debo demonizarla también a ella como hice con la piedra? No será necesario, creo que seré más blanda con ella ya que sin duda lo ha sido conmigo al acogerme. Al menos ella lucha de nuevo tras cada derrota para volver a ser quien quiere ser. No seré mordaz con quien lucha, además... es solo hierba.

¿Cuál es entonces mi papel en este lugar?¿Por qué puedo hablar de ellos?¿Acaso escriben ellos también sobre mi insolencia? Es curioso como, al pensar en ello, yo soy la más fría de todos, la que más ha luchado como la hierba, la que ha querido no dejarse doblegar. Y al final, ¿qué importa todo esto? Solo soy un ser humano.

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