La música que suena en tu lavadora

Escribo sobre un tema esta noche que, a pesar de la expresión "hay de todo en la viña del Señor" (y aunque supongo que habrá básicamente vides según la definición), creo que nos incumbe a todos y forma parte en mayor o menor medida de la vida de todo el mundo. Estoy hablando de la música. Pues bien, este tema, tan común y dificultoso debido a la variedad de opiniones que rondan en torno a él y sus géneros, no deja de ser por ello harto interesante.

Puedo decir que personalmente me niego a escuchar muy pocos tipos de música, solo aquellos géneros, autores o canciones que, creo, agreden mi tímpano y apuñalan mis neuronas. No quiero decir con ello que me gusten todos los tipos de música que puedo llegar a soportar, aunque no lo parezca hay mucha diferencia entre elegir lo que se quiere escuchar y permitir que otros lo hagan y den rienda suelta a sus gustos musicales.

Sin embargo, existen ciertos casos que provocan en mi la irrefrenable reacción de alzarme contra el reproductor de música y su dueño o marcharme con la cabeza muy alta en busca del amable silencio o de mi propias elecciones. Uno de estos casos y posiblemente el más grave es el archiconocido reggaetón, género "musical" caracterizado por su variedad de ritmos y calidad en letras. Personalmente, llevo escuchando la primera canción de reggaetón que llegó a mis oídos toda mi vida, y no ha sido porque el enamoramiento que pudo invadirme me haya impedido separarme de ella sino porque cada una de las piezas de este género que he tenido el placer de escuchar suenan exactamente idénticas a la primera. Podría definir su música como un incesante ritmo de lavadora centrifugando cuyo tambor sufre una tremenda indigestión y repito, habiendo escuchado la música de una de ellas las habré oído todas.

Los cantantes del género, grandes artistas de la industria cuyos nombres se parecen a códigos encriptados extraterrestres, se caracterizan por la necesidad de presentación en todas sus canciones en las que, incansables por dejar huella en la historia de la humanidad, repiten una y otra vez sus nombres mientras otro perpetra la canción o antes de comenzar ellos mismos la faena. Generalmente no saben cantar por lo que se valen de extraordinarios filtros para ser hermanos pequeños del pobre Terminator con voces, eso sí, mucho más agudas y nasales aunque con un componente metálico importante. De nuevo, resulta difícil para los no iniciados como yo, distinguir a unos cantantes de otros.

La clave para la distinción está por supuesto en sus letras, obras maestras de la poesía más fina e inspirada por las nueve musas del Parnaso (que lloran vestidas con tops y shorts que les quedan pequeños). Los poetas que componen estas letras desconocen la existencia de la rima asonante, por ello se desangran en busca de rimas consonantes para sus delicadas y nada machistas obras. De este milagro nos encontramos rimas dignas del mejor poemario de parvulario tales como mala con pala. Asimismo asistimos a fenómenos gramaticales con influencia del lenguaje extraterrestre como  si un día me apartarías en lugar de si un día me apartaras, confundiendo condicional con subjuntivo...

Estos son algunos ejemplos de la calidad literaria y musical de este género que personalmente considero terriblemente dañino. Por supuesto cada uno es libre de escuchar lo que le guste y responsable de lo que le ofrece a sus oídos, pero yo les tengo demasiado apego a los míos para someterlos a lo que considero una música decadente tras un analisis objetivo. A pesar de ello, como ya he dicho, si te gusta este tipo de música adelante, sigue oyéndola, pero no dejes de ser crítico con lo que te da el mercado de la música; al fin y al cabo no deja de ser otro negocio más.

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