Farolas apagadas

Esta noche no tengo nada que hacer, hasta que me entre sueño y entonces estaré terriblemente ocupada. Miro por la ventana y todo está oscuro, ninguna bolsa pasando en el momento adecuado, ninguna señal del cielo que me indique que debo hacer algo productivo. Incluso la farola que veo desde aquí se burla de mí porque realmente no la veo, sé que está ahí (o quizás no) porque me lo grita la voz de la costumbre que cada día ha visto, sin fijarse sin embargo, una farola en ese lugar, pero la verdad es que la farola no funciona.
Hace ya varios días que cedió en su eterna lucha con la oscuridad nocturna y pasó a ser una sombra más de las que forman la noche, lúgubre pero inspiradora. Es curioso como jamás me había percatado de la presencia de esta artificial antorcha hasta que de repente no pude verla, y en mi cerebro algo gritó que el esquema que lleva años dibujado acaba de ser destruido. Nuestra firme guerrera condecorada por mil noches haciendo frente a la penumbra ha caído por fin y descansa en territorio enemigo. ¿Por qué nadie se fijó nunca en su lucha sin cuartel, en su valentía y arrojo hasta que nos falló? Somos tan injustos...

Supongo que ella sigue ahí, tal vez, su cuerpo inerte, sin vida, sin el calor de su dorado corazón de luz, pero no puedo verla así que no puedo, tampoco, asegurarlo. Pero esta noche está sola y fría y comienzo a sentir pena por la triste farola. Mi mente dibuja su ausencia, pero si ahora mismo me trajesen una hoja de papel y un lapiz y me pidiensen que la dibujase no sería capaz de recordar todos sus rasgos y probablemente, por salir del paso, dibujaría una farola cualquiera esperando que todas sean iguales. Pero no lo son, porque esta farola tiene algo que las demás no poséen en este momento, atención, toda la que no fui capaz de darle en vida. Y esto sucede también con los seres humanos, el más ruín de los hombres en vida es mentado como santo por sus conocidos después de muerto. Ignoramos las cualidades mientras vive y vemos tan solo lo peor cuando nos dignamos a ver algo, y sin embargo, parece que al morir todas sus faltas son borradas y solo mencionamos lo maravilloso que fue. Somos hipócritas, y tenemos miedo de lo desconocido, porque esta conducta no es más que un intento por tener contento al que se ha marchado o tal vez a la propia muerte, la dama de blanco, una vez que no sabemos con seguridad si nos está escuchando.

Tal vez deberíamos prestar más atención a lo que nos rodea, y por supuesto a las farolas, y ser objetivos o al menos sinceros con lo que decimos y pensamos. Porque estoy segura de que si pregunto a cualquiera de mis vecinos por la susodicha farola me dirán que sí se habían dado cuenta de que estaba ahí, suerte que sabré que están mintiendo. Una farola apagada es al fin y al cabo la inteligencia de los que lo nieguen.

Comentarios

  1. ¡Hola! Soy María, la amiga de Elena, Carmen, Alejandra... (María la del long). Le comenté a Carmen que me apetecía leer algo tuyo, porque gracias a Javi (Pezu) me enteré que escribías y estabas interesada por la literatura, Me dijo que tenías un blog y ¡aquí estamos! Me ha gustado esta pequeña reflexión, porque no puedo dejar de pensar que todos somos como esa farola. Aunque trabajemos duro, demos un poco de nuestro ser al mundo, posiblemente pasemos como una leve brisa. Suena duro, pero esta es la realidad.
    Yo también escribo (al menos me gusta pensarlo) y tengo mi propio blog, y actualmente estoy escribiendo mi tercera novela. Soy una persona muy exigente, y generalmente nunca encuentro nada escrito por gente que, como yo, son iniciados en la literatura, que me guste. Pero tu relato me ha agradado mucho. ¡Gracias por compartirlo!

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    1. Muchas gracias a ti por comentar, me alegro mucho de saber que te ha gustado y que tú también disfrutas de este mundo de la literatura y la escritura. Me gustaría leer algo tuyo. Bienvenidísima al blog (que quiero volver a atender como es debido) y un beso

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    2. Este comentario ha sido eliminado por el autor.

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