Esta noche voy a escribir sobre el azul, como viene siendo habitual, la razón es que me da la gana y para eso es mi blog. Digo azul y no otro color cualquiera porque es este el único que me inspira hasta el punto de dedicarle una entrada para él solito.
El azul es uno de los tres colores que no pueden obtenerse como fruto de una mezcla: magenta (sé que a más de uno en el colegio le dijeron rojo, os engañaron), el amarillo y el azul. Por lo tanto, como color primario que es no necesita de otros para existir, el azul es un color independiente y libre que no tiene necesidad de atarse a ningún otro para ser lo que es, eso hace que lo admire (podría admirar a cualquiera de los tres, pero prefiero el azul ¿vale?).
Es también un color lleno de matices, cambiante, cuyos extremos pasan por ser un color dedicado a invadir habitaciones de bebé a parecerse tanto al negro que llega a confundirse. El azul es el color del cielo y este, la única libertad que conozco. Es el color del mar, por tanto de lo desconocido, de lo inmenso e inefable, de lo que no puede ser descrito con palabras, porque las palabras son un invento del hombre y la inmensidad del mar es lo que este jamás podrá abarcar. Azul es la noche, tan oscura que parece hecha de sombras, la melancolía está hecha de jirones azules. Es el rasgo de lo extraño y lo exótico. El ser humano no está acostumbrado a lo azul, por eso le resulta llamativo.
Es la poesía, de la frialdad a la calidez de la pupila azul del Poeta (citando al genio sevillano que no debió morir nunca, a la razón que hace que quiera exiliarme al siglo XIX). Es la majestuosidad y lo sencillo, la antítesis en sí misma, la paradoja. Es la armonía de la palabra aguda formada por cuatro letras en perfecto equilibrio, dos consonantes y dos vocales que estaban en el lugar idóneo en el momento indicado.
Por esta y otras muchas razones, quiero ser un pitufo (bueno, esto es mentira, pero quedaba bien). Sería libre, independiente, paradójica y poética. Definitivamente, si tengo que ser un color, seré azul.
El azul es uno de los tres colores que no pueden obtenerse como fruto de una mezcla: magenta (sé que a más de uno en el colegio le dijeron rojo, os engañaron), el amarillo y el azul. Por lo tanto, como color primario que es no necesita de otros para existir, el azul es un color independiente y libre que no tiene necesidad de atarse a ningún otro para ser lo que es, eso hace que lo admire (podría admirar a cualquiera de los tres, pero prefiero el azul ¿vale?).
Es también un color lleno de matices, cambiante, cuyos extremos pasan por ser un color dedicado a invadir habitaciones de bebé a parecerse tanto al negro que llega a confundirse. El azul es el color del cielo y este, la única libertad que conozco. Es el color del mar, por tanto de lo desconocido, de lo inmenso e inefable, de lo que no puede ser descrito con palabras, porque las palabras son un invento del hombre y la inmensidad del mar es lo que este jamás podrá abarcar. Azul es la noche, tan oscura que parece hecha de sombras, la melancolía está hecha de jirones azules. Es el rasgo de lo extraño y lo exótico. El ser humano no está acostumbrado a lo azul, por eso le resulta llamativo.
Es la poesía, de la frialdad a la calidez de la pupila azul del Poeta (citando al genio sevillano que no debió morir nunca, a la razón que hace que quiera exiliarme al siglo XIX). Es la majestuosidad y lo sencillo, la antítesis en sí misma, la paradoja. Es la armonía de la palabra aguda formada por cuatro letras en perfecto equilibrio, dos consonantes y dos vocales que estaban en el lugar idóneo en el momento indicado.
Por esta y otras muchas razones, quiero ser un pitufo (bueno, esto es mentira, pero quedaba bien). Sería libre, independiente, paradójica y poética. Definitivamente, si tengo que ser un color, seré azul.
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